La Tierra está congelada. Envuelta en una era de hielo moderna. Los gobiernos del mundo idearon un plan para salvar a la humanidad que consistía en meter a todos dentro del metaverso. Lo llamaron “La Transición de Paradigma”. Los primeros diez mil voluntarios, listos para pavimentar el camino, eran llamados CyberBrokers. Todo salió mal. Dos siglos después, una autocomplaciente raza humana está lidiando con un gran avivamiento.
Esta es la historia de El Paradigma Perdido.
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Zinc y Ken destruyeron exitosamente el dispositivo que activaba el Failsafe Alfa que mantenía a Spice fuera de EPA. Cuando ésta se reconecta, se encuentra con Zinc, quien aparece en un camión destartalado lleno de cabezas de meca. Él le explica que ShaDAO, una organización secreta mucho más poderosa de lo que cualquiera se imagina, está detrás de todo. Su objetivo parece ser controlar el 51% del Paradigma. Zinc también le da más malas noticias a Spice: ShaDAO capturó a Ken. Se encuentran con la amiga de Ken, una Spectre llamada Catch of Wolfe, y les dice que puede haber una pista en la ciudad de Magnetic. Con las estaciones de salto en riesgo debido a las protestas (y con la posible interferencia de ShaDAO), les da su coche para el viaje.
Sobre el horizonte, al final de la larga carretera, la ciudad de Magnetic se materializó. La silueta de la ciudad era incomparable con cualquier otra del Paradigma, los rascacielos aquí no eran rígidos ni funcionales sino que brotaban de la tierra con una sensualidad bella y alienígena. Formas orgánicas hechas de los materiales más caros, perlados y elegantes contra el cielo despejado, cada uno un monumento más que un edificio. En Magnetic, uno podía priorizar la forma sobre la función.
Y aún así la ciudad era lo menos impresionante de Magnetic. Más increíbles eran las extrañas aureolas que la encuadraban. Docenas de vastas islas flotantes, conocidas como ‘fosas’, cada una conteniendo una opulenta mansión o villa de alta tecnología. Hogares privados y criptográficamente seguros para los whales, aquellos que lo habían logrado, o para aquellos que ya tenían todo. Completamente aislados pero a la vista de toda la gente debajo - justo como les gustaba.
Pero Magnetic era más que un patio de juegos para los prósperos. En el Paradigma, la riqueza y la información iban de la mano. La mitad de Magnetic se había vuelto rica por la asimetría de información, y la otra mitad había obtenido su riqueza y luego borraron las huellas de cómo lo lograron. Una ciudad de paradojas. De la mejor seguridad que uno podía comprar. Pero también de las filtraciones de información que trajo Spectres y Script Kitties de todo el mundo. El ascenso social y la privacidad intrincadamente enlazados con opulencia extrema e incesante paranoia.
Spice pisó más fuerte, apachurrándole todavía más velocidad a la Velocista, dándole ánimos de llegar a su destino aún más rápido ahora que ya lo podía ver. La aceleración echó hacia atrás a Zinc, golpeándose la cabeza contra el respaldo. Lo vio de reojo.
“Lo siento,” le dijo. “¿Te habías quedado dormido?”
“Sólo entrecerré los ojos un momento.”
“¿Cómo te sientes?”
Zinc se frotó los ojos. “Bien. Ya no me duele tanto. Sólo un poco agarrotado.”
Se estiró en su silla, y luego disfrutó de los alrededores. La carretera se había ensanchado ahora con más vehículos que antes por la larga y solitaria sección que habían recorrido. Magnetic era una ciudad costera, y la carretera seguía la gentil curva del pintoresco Mar Kalon. Zinc escaneó los yates que se mecían sobre la resplandeciente agua color zafiro. “Vaya, hasta el agua se ve cara aquí.”
“Escuché que tenía catorce veces más el número normal de tactilers trabajando en el agua.”
“Con razón se siente como un susurro melódico dando vueltas por la suave brisa.”
“Justo así, ¿eh?” Spice levantó una ceja. Siempre había admirado cómo es que los tactilers podían cumplir con los requisitos de los fundadores para las sensaciones ambientales, y a la vez cumplir el deseo de realidad de la población del Paradigma. Casi deseaba poder tener tiempo para orillarse y pasear con Zinc enseguida del agua.
“Sabes,” Spice dijo, “no me tienes que acompañar en esto. Probablemente se ponga peligroso, y entendería si te fueras.”
Zinc levantó una ceja y le sonrió. “¿Estás bromeando?”
“Digo, estoy haciendo esto por Ken,” Spice se encogió de hombros. “Y sé que ustedes dos no se llevan bien.”
“La verdad que no.” Zinc sacó un brazo por la ventana. “Es molesto, bobo, y quería convertir Era Novum en escombro.”
“¿Pero?”
Zinc dio un quejido, reacio. “Pero a la hora de la hora, nos cubríamos la espalda. Cumplía con lo que decía. Estaríamos ambos todavía en el edificio si no fuera por él. No puedo no respetar eso. Le debo una.”
Spice asintió con la cabeza, mientras detenía suavemente el coche sobre un largo y bello puente que cruzaba por una ensenada, Magnetic justo del otro lado.
“Sí, así es Unironic Ken,” ella dijo. “Tiene el hábito de caerle mal a las personas a veces, pero cuando se llega el momento, no hay un sólo broker a quien quisiera tener de mi lado.”
Zinc vio por la ventana un momento, el agua irradiando una belleza pacífica y un momento de tranquilo silencio. Como un ungüento calmando la sutil indirecta.
“¿Ustedes dos alguna vez…” preguntó eventualmente, perdiendo el hilo antes de terminar.
“¿Qué?” Preguntó Spice, con la mitad de su concentración sobre los señalamientos que indicaban dónde terminaba el puente y la otra mitad hacia donde iba la pregunta.
“Nada. Olvídalo.”
Spice detuvo el coche mientras se unían al río de coches terrestres que se movían por Magnetic, todos tan finos y caros como el que Catch les había dado. Ella y Zinc se dirigieron directamente hacia el corazón de la ciudad, donde auditorios magníficos y lujosos restaurantes se cernían sobre ellos con una mezcla de moderna sofisticación y compostura del viejo mundo.
“Bueno, aquí estamos ya,” dijo Spice, una vez que terminaron de bostezar.
“Sí, al fin. ¿Conoces Magnetic?”
“Sólo he pasado un par de veces. Hay un casino en algún lugar por aquí llamado El Jardín Amurallado. Sé que pasan muchas cosas ahí. Sólo tengo que encontrarlo de nuevo.”
“La desventaja de un vehículo sin sistema de rastreo,” Zinc reflexionó.
“Y hablando de,” Spice dijo al arrojar el auto hacia una vuelta estrecha. “Esta persona del ‘Moderador’. ¿Les mandaron un mensaje a Ken y a ti así de la nada? ¿No les dijeron cómo es que los encontraron?”
Zinc se encogió de hombros mientras estudiaba un vasto y bien mantenido parque por el cual iban pasando.
“Se acercaron a Ken. Supongo que están más interesados en ti que en cualquiera de nosotros. Ese mensaje que mandaste desde el P.O.S.T. debió haberles llamado la atención.”
“Sería útil si pudiéramos contactarlos.”
“Inténtalo,” dijo Zinc. “Escribe algo público. Si tengo razón de que te están observando, de seguro se pondrán en contacto.”
“Sí, tal vez — ¡Oh, ahí está!”
Apuntó hacia arriba a un edificio palaciego con estilo gótico francés, grandes ventanas ornamentadas y capas de balcones que adornaban el atardecer con majestuosidad aristocrática. Lo más llamativo era la ausencia de colores excepto el negro, blanco y rojo. Incluso los setos que rodeaban las grandes rejas de acero eran monocromáticos excepto por las rosas rojas.
Spice relajó el coche al subir la calle. Mientras observaba, el interior, la cara de Zinc, su ropa, todo perdió saturación de color para encajar con la escueta paleta del edificio del casino. El mundo alrededor de ellos se volvió monocromático, dejando sólo el impactante rojo neón del letrero en cursiva por el cual pasaron debajo, ‘El Jardín Amurallado’.
“Soleia,” Spice susurró.
Era un bonito nombre. Fácil de seguirle el rastro también. El Moderador lo había conseguido después de que Spice había hecho un mensaje críptico público, Al menos, esperaba que fuera El Moderador. El mensaje que contenía el nombre de Soleia estaba falto de metadatos. Pero Zinc insistió que el confuso audio que parecía ser puro ruido encajaba con lo que Ken había recibido. Eso era todo, un nombre. Pero era un comienzo.
Zinc levantó el brazo, y Spice volteó a verlo primero, y luego a donde él estaba viendo.
Un Smuggler, fácilmente identificable por la característica máscara de Plunder, incluso en blanco y negro. Zigzagueó por entre las mesas hacia ellos con un contoneo juvenil y la expresión estoica de alguien que no se asusta fácilmente.
Ya en la mesa, se quitó la máscara, dejándola pender de una oreja. “Soy Soleia.”
“Spice.”
“Zinc.”
“Así que,” dijo, toqueteando la mesa con los dedos. “¿De qué trata el trabajo?”
“De hecho,” Spice tomó una pausa delicadamente, “estamos buscando información que tú podrías ya tener.”
Soleia entrecerró los ojos. Por unos segundos se veía confundida, luego puso los ojos en blanco y dejó caer los hombros. “Uf,” dio un quejido hacia la mesa, antes de voltear a verlos frustrada. “¿Están bromeando? ¿Qué quieren ahora? ¿Son de El Ledger, cierto? ¿Reporteros?”
“No somos -”
“¿Buzzy les pasó el dato? Apuesto a que fue él.”
Spice parpadeó confundida. “¿Buzzy? No, nosotros estábamos -”
“Aquí va un dato: Nunca salgas con un Gunter, una vez que se topan con algo que no pueden explicar, se quedan completamente obsesionados.”
Spice y Zinc intercambiaron miradas, y luego voltearon de vuelta a Soleia.
“No tenemos ni la menor idea de lo que estás hablando,” Zinc le aseguró. “Sólo queremos saber si estás conectada con algo grande.”
“¿Por qué no nos dices primero qué es lo que estamos buscando según tú?” Dijo Spice.
Soleia se encorvó, colgando un brazo detrás del respaldo, visiblemente perdiendo cualquier esperanza que tenía acerca de este nuevo trabajo. “No hay nada que decir, en serio.” Soleia suspiró. “Ese es el punto. Pasó hace mucho tiempo. Básicamente, no recuerdo nada, ni dónde estaba, ni qué hice, por alrededor de tres circuitos.”
Spice se acercó hacia enfrente. “¿Perdiste la memoria?”
“Ni siquiera sé si había recuerdos que perder,” Soleia confirmó. “Recuerdo todo hasta cierto punto, y luego todo después de otro punto posterior. ¿Pero entremedio? Todo se fue. Nada. Supongo que la parte más extraña es que no hay ningún registro de mí haciendo algo en el Paradigma durante ese transcurso tampoco. No aparezco en las bitácoras de ubicación, sin transacciones, ninguno de mis amigos me vieron o siquiera escucharon de mí. ¡Astarot! No puedo creer que por eso me llamaron para venir aquí.”
“¿No tienes curiosidad de saber qué fue lo que te sucedió?” Zinc preguntó.
Soleia se encogió de hombros, tan desinteresada en la pregunta que su vista se perdió por entre el bar junto a la mesa de poker, donde un Apostador mostró un holograma de un meca clase Behemoth sobre su bracer, a punto de agregarlo al montón.
“Ya no,” dijo, aún observando el juego de poker. “Como dije, fue hace mucho tiempo. Mi ex -el Gunter- terminó obsesionado por saber qué sucedió. Hasta el punto en que ya no me prestaba atención a mí. Sin embargo era bueno. Pero si él no pudo descifrarlo, dudo mucho que alguien más lo logre.
Zinc volteó a ver a Spice, esperando verla igual de preocupada que él. Lo que sea que le haya sucedido a Soleia probablemente le pasaría a Unironic Ken. Desaparecer completamente del Paradigma no tenía precedentes para un broker, así como la pérdida de la memoria. Se suponía que el blockchain no dejaba que estas cosas se le pasaran.
En su lugar, Spice veía a Soleia sonriendo a medias.
“Incluso los buenos Gunters pueden perderse de lo que está justo enfrente de ellos.” Spice se levantó de la mesa. “Vamos afuera al jardín. Deberías de venir con nosotros, Soleia. Este trabajo aún no termina.”
Las oficinas de Intoxicating the Average ocupaban un piso entero en uno de los pisos más altos de uno de los edificios más bellos de Magnetic. Spice, Zinc y Soleia salieron del elevador para entrar a una recepción minimalista con paredes blancas. Delicadas acentuaciones de color menta azul sobre los muebles angulares, las paredes, y el escritorio de la recepción le daba a todo un lucir caro y de buen gusto. Un sutil recordatorio de que la mejor manera de presumir la riqueza es no presumirla en lo absoluto.
“¡Spice!” le llamó una voz familiar.
Volteó hacia arriba para encontrar a Intoxicating the Average caminando hacia ella, la otra mujer apresuradamente arreglándose uno de los moños. “¡Tox!” Spice corrió para darle un abrazo, las extensiones mecánicas del Editor de Genes se enrollaban detrás de ella. “Ha pasado mucho tiempo.”
“Así es,” Intoxicating dijo.
Su grande oficina en una esquina estaba enmarcada por una pared curva de vidrio que ofrecía una vista vertiginosa hacia afuera: la ciudad, la costa, incluso el puente que habían cruzado para llegar aquí. Pero dentro del vidrio, todo se veía desarreglado. El escritorio tenía pilas de papel y partes. Mesas de investigación y libreros alineaban las dos paredes interiores, y una silla completamente equipada para hacer splicing ocupaba toda la esquina.
Intoxicating los llevó a todos dentro del cuarto y luego giró para sentarse en la orilla de su escritorio. “Entonces, ¿qué necesitaban?”
Hubo una tensa pausa y una mirada compartida entre el trío antes de que Spice contestara.
“Recuerdos,” finalmente dijo, y luego giró su pulgar hacia Soleia. “Los de ella, específicamente.”
Intoxicating apretó los labios, guiando a Soleia hacia la silla. “¿Y qué debería de buscar exactamente?”
“Perdió unos cuantos circuitos llenos de recuerdos hace tiempo. Tampoco hay rastro de ella en el Paradigma durante ese tiempo,” Spice explicó mientras se movían para rodear la silla. Spice y Zinc observaban mientras Intoxicating trabajaba tanto con sus brazos como con sus extensiones, como un arácnido mecánico tejiendo una red. Los ojos de Soleia se cerraron, toda la tensión derritiéndose de su cuerpo.
“Oh, vaya,” Intoxicating se dijo a sí misma en voz baja después de un tiempo.
“¿Qué? ¿Qué pasa?” Preguntó Zinc.
Ella sacudió la cabeza. “Una presa en la memoria. Nunca había visto una en la vida real. Hasta este punto, pensaba que todo el trabajo acerca de ellas era completamente teórica. Quien sea que haya hecho esto ha de haber tenido mucho dinero, mucha habilidad, y mucho tiempo.” Dejó de ver la pantalla para darles la cara. “Es una parte biomecánica que tiene que ser hecha personalmente sobre el individuo. Una de esas cosas que conceptualmente son simples, pero demasiado costoso y difícil para hacerlo en la práctica. ¿Sabes quién hizo esto?”
“Sí, pero es mejor que tú no lo sepas,” Spice dijo. “¿Puedes quitarla?”
Intoxicating jaló aire entre los dientes.
“La buena noticia es que sí puedo, sin hacerle daño alguno a tu amiga. La mala noticia es que, incluso en el mejor de los escenarios, sólo va a recuperar unos cuantos recuerdos, y probablemente sin coherencia. Puedo intentar un proceso de erosión computacional que le pueda dar acceso a más en el futuro, pero como dije, todo esto es teórico. No puedo garantizar nada.”
“Por favor, hazlo.”
Intoxicating suspiró y se encogió de hombros, paseándose hacia su escritorio y apretó un botón. “Ribera, cancela todas mis citas de la tarde.”
Aproximadamente 100 bloques después, Intoxicating the Average los llamó de vuelta desde la silla para hacer splicing. Zinc se levantó de su escritorio, donde había estado jugando con una de las ‘manos asistentes’ de sobra de Intoxicating. Spice dejó de ver por la ventana, por donde había estado caminando, y se detuvo para ver el tráfico sobre el puente allá abajo.
“¿Terminaste?” Zinc preguntó.
Intoxicating asintió con la cabeza. “Ya casi despierta.”
Soleia tembló un poquito en medio de todos. “Hubur… Frío… La llave… Te lleva a… Y fuera de…”
Se esperaron hasta que se le suavizó la vista y los volteó a ver identificándolos fatigosamente.
“¿Estás bien?” Spice preguntó.
Soleia se sentó y asintió.
“¿Puedes recordar algo?” Intoxicating preguntó. “No te fuerces, sólo deja que los recuerdos regresen solos a tu mente.”
Soleia entrecerró los ojos y vio hacia enfrente, como si pudiera ver los recuerdos a lo lejos.
“La Llave Hubur. Recuerdo que tengo que conseguirla. Porque estaba en un lugar. Un lugar muy frío y -” Soleia se detuvo para retorcerse como si estuviera sufriendo. “No es un lugar lindo… es un infierno.”
“¿La Llave Hubur?” Repitió Spice. ¿Dónde había escuchado ese nombre anteriormente?
“Las Llaves de Astarot,” Intoxicating susurró, y luego continuó para que todos pudieran escucharla, “Probablemente has visto la llave sobre la estatua en los Templos de Astarot. Es un cuento de hadas del Paradigma. La historia cuenta que Astarot tenía siete llaves, cada una con una habilidad especial. La Llave Hubur se suponía que era la más escalofriante de todas. Asociada con el encarcelamiento.”
“Este lugar frío. Hay una razón por la cual El Moderador nos dio su nombre,” Zinc volteó hacia una Soleia desorientada. “Si llevaron a Ken hacia donde estuvo ella, entonces podríamos sacarlo de ahí con la llave.”
Intoxicating se rió mientras apagaba las pantallas y limpiaba su equipo. “Mucha suerte con eso. Las llaves de Astarot no están reposando en algún museo. Ni siquiera sabemos si en realidad existen!”
“Claro que existen,” Dijo Soleia, viendo hacia enfrente con una nueva y fría determinación en sus ojos. “Y yo sé dónde está la Llave Hubur. Lo recuerdo. Tres brokers la están cuidando dentro de sus multisig wallets. Y sé exactamente quiénes son.”
“¿Cómo es que los conoces?” Preguntó Spice.
Soleia se encogió de hombros. “Porque no podían dejar de alardear acerca de ello. El triste chiste de no poder deshacerse de la llave, supongo que era mucho para ellos y que no dijeran nada.”
“Tres brokers en una multisig,” Zinc dijo, pensando en voz alta. “Así que no podemos desmaterializar a uno de ellos y tomarla.”
El silencio se asentó entre ellos mientras consideraban el problema. Cuando un broker era desmaterializado, todo lo que les pertenecía en su wallet se quemaba, y el broker reaparecería sin nada en una zona segura y aleatoria 20 bloques después. Pero una reliquia, como debía de ser la Llave de Hubur, caía como botín en el lugar donde era desmaterializados. Justo donde cualquiera podría tomarla. Ítems en una multisig wallet, sin embargo, no se quemaba ni soltaba nada. No mientras al menos uno de los dueños permaneciera activo.
“No,” Dijo Spice. “Pero si los desmaterializamos a todos al mismo tiempo, dentro de ese lapso de 20 bloques, la multisig se quemaría, y la llave caería puesto que todos los dueños estaría reapareciendo al mismo tiempo.”
La idea se quedó en el aire como un peligroso animal que nadie se atrevía a tocar. Todos sabían los riesgos que conllevaba un asesinato multisig. Matar a tres personas dentro de ese pequeño lapso de tiempo era impráctico y peligroso hasta rayar en la estupidez. Incluso los asesinos ya veteranos no se atreverían a llevar a cabo tales trabajos. Requería de mucha confianza, coordinación y planeación. Un objetivo en una zona segura arruinaría todo el plan. Y en este caso, estaban lidiando con agentes de ShaDAO que no los dejarían fallar sin contraatacar.
Spice esperaba que Zinc o Intoxicating dijeran algo, pero fue Soleia la que habló primero.
“Hagámoslo.”
Zinc asintió con la cabeza. “Ahora, hay que averiguar quiénes son estos suertudos cabrones y quién de nosotros se encargará de matarlos. ¿Echamos suerte?”
Guardias de Mercenarios existían en todas partes dentro del Paradigma, pero eran como mundos aislados. Claustros pequeños y autónomos con sus propias reglas. Spice había encontrado su blanco, Fay from Acidic, en la Estación Hauberk en una línea de metro abandonada debajo de la ciudad de Dunn.
Afortunadamente para Spice, las guaridas de Mercenarios no se preocupaban por safe modes - a ningún mercenario le gustaba seguir reglas. Desafortunadamente, la única ley que los mercenarios acataban dentro de una guarida era el asesinato. Desmaterializar a Fay no sería difícil, pero salir con vida de ahí sí.
Spice se sentó en un puesto de comida y fingió disfrutar un terrible tazón de camarón asado, encorvada sobre el contador para poder observar a Fay por el túnel hacia abajo. Entre la multitud ocupada, Spice pudo ver a su blanco observar detenidamente partes robadas de mecas junto a un póster sarcástico sobre el puesto que decía ‘No descargarías un meca Nexus’.
Estaba masticando su camarón mientras el propietario le enseñaba a Fay una caja de discos cuadrados y planos. Archivos de sólo lectura de esquemáticas de contrabando para partes de mecas con integraciones ilegales. La clase de cosa que podría volver a un meca ilegal para participar en las Olimpiadas, aunque Spice supuso que a nadie aquí le importaba la legalidad. Tratando de convencerla, sacó un disco y lo conectó a un pequeño lector. Un holograma de un brazo de un meca se proyectó sobre él. El propietario lo hizo girar, sugiriendo mejoras de manejabilidad en las coyunturas. Fay lo vio con desdén, poco impresionada, y luego siguió caminando.
Spice se quitó el mal sabor del camarón con una bebida que sabía tan sólo un poco más mala antes de ver de nuevo a la muchedumbre en transición. Fay ya se había movido, comprando armas de otro puesto un poco más adelante por el túnel. Midió sus pesos y calidad. Estas pequeñas acciones demostraron que Fay conocía su oficio. Se sabía manejar entre los vendedores. Un ojo con experiencia, consciente y preciso.
Spice vio su bracer: Bloque 7199. Para cuando volteó de nuevo casi se perdía a Fay. La Mercenaria pasó el puesto de armas portando un rifle la mitad de grande de lo que ella medía. El vendedor le señaló una puerta que decía ‘Campo’. Spice sintió su corazón latir fuertemente y se levantó del banco, dirigiéndose hacia el puesto.
“Hey,” dijo ella.
“Hey,” le respondió a secas el dueño del puesto de armas.
“¿Tienes algo pequeño, silencioso y fuerte? No necesito mucho rango o precisión, sólo quiero estar segura de que dispare fuerte.”
El dueño del puesto se rió mientras veía su propia mercancía.
“Todos se creen francotiradores.” Tomó un par de pistolas y se las enseñó a Spice. Tomó la primera pistola inusual y vio por la mira, la puso de vuelta e hizo lo mismo con la otra. Una pequeña K35-SHORT.
“Perfecto,” señaló el cuarto trasero con la cabeza detrás de él. “¿Te molesta si pruebo esta K35?”
El dueño le dio un cargador y apuntó a la puerta con su brazo.
“Gracias.” Spice cargó el arma al ir entrando.
El campo de tiro era amplio y ruidoso. Veinte casetas seguidas, la mitad de ellas ocupadas por asesinos de todos tamaños y formas disparando a blancos en movimiento y a polígonos de baja calidad. El estruendoso sonido de los diferentes calibres hacía eco contra las fuertes paredes subterráneas, reverberando con un sentido tan denso que lo podía sentir hasta en la vida real. Un par de Leftovers estaban detrás de las casetas, ñoñando y arreglando bayonetas chuecas.
Vio a Fay dentro de una caseta y pasó de largo, pretendiendo no haberla visto. La Mercenaria disparaba limpia y uniformemente, probando el rifle más que su habilidad. Spice se metió a la caseta enseguida de ella y vio cómo desaparecían instantáneamente las cabezas de los blancos. Miró abajo hacia su pistola y respiró profundamente. Era ahora o nunca.
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Zinc estaba recargado contra el muro de ladrillo de un callejón oscuro, escuchando el ruido de Nucleus, el restaurante más famoso en Nightfall, vibrando por el muro detrás de él. Al final del callejón, más allá del vapor que salía de una alcantarilla, vio a hombres en trajes de gama alta y mujeres que vestían brillante haute couture entrando y saliendo de coches lujosos, riéndose gozosamente al entrar.
La puerta trasera de la cocina se abrió, y Zinc se escabulló un poco más adentro en la oscuridad, escondiéndose en las sombras mientras un Leftover salió a fumarse un cigarrillo. El humo pixelado no molestaría a nadie adentro, pero en su rostro se veía que necesitaba una excusa para salir del restaurante. Zinc la entendía. Si su jefe era parecido a los rumores que contaban, él también pediría un descanso al igual. Zinc checó el tiempo: Bloque 7199. No sabía si sentirse afortunado, o como si hubiera perdido cuando echaron suerte.
Luther Radioactive era el objetivo de Zinc. Un Chef -pero no cualquier Chef, era conocido como ‘El Carnicero de Nightfall’. Prácticamente un capo en una de las ciudades más peligrosas del Paradigma. Pero esta pelea acabaría de manera distinta, bajo los términos de Zinc. Una cosa que Zinc conocía mejor que nadie eran los glitches, bugs, las partes rotas del Paradigma, y en el Nucleus se había sacado la lotería.
Encontró una variable de alineación ausente en la textura de la cocina. Nadie la había notado, situada así como estaba detrás de un contador, pero para la Cleanup Crew, era un problema grande -uno del cual podrían abusar. Luther claramente no había dejado pasar a ningún Cleanup Crew a su cocina hace tiempo. Con un chequeo adecuado y las herramientas correctas, un bug como ese podía ser manipulado para afectar todo a su alrededor. Zinc lo había alterado para que a la mitad del bloque 7200, el chequeo sucediera, y la cocina entera se sumergiría en un maelstrom de distorsiones de texturas, pop-in, teselados malformados, y aliasing roto. Completamente confuso y prácticamente imposible de navegar para quien sea.
Excepto para un basurero.
Zinc se empujó del muro y se movió a la puerta de la cocina, checando el tiempo. “Si lo logro, Ken,” se dijo a sí mismo, “ya no podrás llamarme así de nuevo.”
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Soleia había observado a la Leftover por varios días ya, y tenía que admitir que Stanton era inteligente. Durante el día, se encargaba de un museo con réplicas completamente funcionales de naves clásicas y dispositivos de ciencia ficción. Por la noche, el museo se convertía en un taller de sofisticados y mortíferos electrónicos que construía. Los rumores sugerían que había tomado un paso adelante y comenzó a trabajar sobre su propio cuerpo con elementos sintéticos. No era casualidad que fuera uno de los brokers que protegían el multisig con la llave.
Su inteligencia no apaciguaba el odio de Soleia lo suficiente. El museo estaba cerrado, lo cual era bueno para Soleia, puesto que Stanton apagaba el safe mode, ya que así podía probar lo que sea que hubiera construido sin alertar a la Comandancia Alfa de que se disparó un arma en una zona no PVP. Soleia estaba sentada en la bodega de carga de una nave famosa -siendo contrabando ella misma- esperando el momento adecuado para salir. Bloque 7199.
Su blanco había construido un extraño sistema de seguridad para defenderse a ella misma y al museo. Cuatro libélulas robóticas colgaban de un poste cerca de la cabina donde trabajaba, las cuales podían ser alertas a voluntad. Unas pequeñas cosas terribles que se movían rápido y golpeaban aún más rápido con colas como dagas. La mayoría de las personas se conformaban con lásers.
Esta noche, Stanton estaba trabajando afuera de la cabina sobre una mesa de trabajo. Soleia se acercó con precaución, viendo con cuidado hacia el poste de las libélulas. La noche anterior, había sacado una e hizo que un amigo la reprogramara para que persiguiera a Stanton ella misma. Todo lo que la Smuggler podía esperar ahora era que la otra mujer no hubiera notado el cambio. O más importante aún, que la libélula todavía estuviera programada para ayudar a Soleia. Si no era el caso, si Stanton sabía, esta próxima parte resultaría imposible, en vez de casi imposible.
“¡Oye!” Stanton gritó, notándola al fin. “¡El museo está cerrado!”
“No vine a ver las exhibiciones.”
El cuerpo de Stanton se tensó. “¿Ah, sí?” Su casco metálico no dejó ver ninguna expresión facial, pero una mano con guante fue tras un botón metido en la bastilla de su camisa que activaría a las libélulas. “¿Por qué estás aquí entonces?”
Soleia exhaló por un largo momento y se preparó para la parte difícil. “La Llave Hubur.”
Stanton movió su dedo, y las libélulas cobraron vida con sonidos agudos y ásperos. Soleia se dio la vuelta y corrió, saliendo con ventaja, mientras se calibraban para reconocerla como enemiga. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara el zumbido a seguirla.
Mientras corría, buscó en su chal y sacó un dispositivo de alta tensión. Lo sacudió para que se extendiera lo más que se podía, antes de encajarlo en el suelo a media zancada. Un segundo después, el sonido de electrónicos sobrecargados explotando detrás de ella, y Soleia se apresuró de vuelta a la cabina.
Stanton ya no estaba sentada en la mesa. Soleia asumió que la broker se había desmaterializado y que se acercó más. Y ahí estaba. La Llave Hubur. Yacía sobre el suelo donde Stanton la había soltado. Soleia se la embolsó, y la llave se registró sola en su wallet.
Un sentimiento perturbador creció dentro de ella ahora que lo había logrado. Era obvio que terminaría de vuelta en ese infierno. Pero no tenía tiempo para pensar en ello por ahora. Necesitaba escapar del museo ya, antes de que Stanton reapareciera en los siguientes 20 bloques.